Una solución griega.

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ENRIQUE BARÓN CRESPO es doctor en Derecho y Economía por la Universidad Complutense y ha sido presidente del Parlamento Europeo.

El dilema esencial de la Unión Europea hoy consiste en decidir entre romper la Unión monetaria o reforzarla con una mayor unión económica y fiscal. Optar por la segunda solución requiere avanzar en la Unión política, lo cual plantea la salida de la crisis como un desafío democrático. La historia enseña que no hay uniones monetarias duraderas sino se traducen en uniones políticas. También que la democracia, creada en la Atenas de hace dos mil quinientos años, es un invento siempre actual, lo cual no significa que haya que pagar derechos de autor a sus descendientes. Ahora bien, parece bastante ridículo pretender que una Unión de 27 estados y 500 millones de ciudadanos se vea abocada al desastre por la situación de un país de 11 millones de ciudadanos que supone el 2 % de su producto. Ciertamente, los griegos actuales tienen que hacer esfuerzos para cumplir con lo que aceptaron al entrar en la Unión. También deberán contribuir los Bancos alemanes, franceses u otros que han sacado jugosos y seguros réditos de invertir en su deuda.

Se acaba de cerrar en Washington la Misa mayor financiera anual con una cacofonía de recetas para salir de la crisis, en las que parece que el enfermo del mundo sea Europa. Sin embargo, los datos fundamentales de la economía europea sobre endeudamiento y competitividad están entre los mejores del G 20. La prueba es que a pesar de los mercados, algunos Premios Nobel y los medios al borde del ataque de nervios. el euro funciona y sigue sobrevaluado. Gestionado, por cierto, por una institución federal, el Banco Central Europeo (BC), que aparece como la única a la altura de las circunstancias en medio de tanta turbulencia.

El debate entre dos ilustres miembros de su Consejo es ilustrativo de cómo salir de la crisis europea actual: el añorado Tomasso Padoa Schioppa defendía la necesidad de la unión política para asegurar la solidez de la moneda única frente a lo cual el riguroso Otmar Issing respondía que si, pero que había que tirar para adelante sin ella. Ambos tenían razón.

En el fondo, el debate sobre la Federación europea se inició con la aventura comunitaria y está abierto desde Maastricht con el salto al Euro. Poner en común una moneda significa dar un paso cotidiano federativo fundamental concretado en la creación del Banco Central que entonces no se vio acompañado por un paso político paralelo. Las cosas fueron tan bien que parecía que no había que reforzar la Union Económica y menos aún la política, como ocurrió con el debate constitucional. Pero cuando llegaron las vacas flacas, la cuestión de cómo organizar la convivencia y repartir las cargas, es decir la solidaridad y la defensa del activo común se acumulan los problemas.

Además, la Unión tiene unas instituciones que siguen funcionando, aunque parezcan haber desaparecido ante la preferencia por el método intergubernamental. Más comprensible en el caso del Presidente Sarkozy, es sorprendente la curiosa propuesta de método de la unión de la Canciller Merkel como alternativa al método comunitario. Sin embargo, con este método está saliendo adelante el paquete de medidas de refuerzo de la gobernanza económica impulsado por la Comisión y codecidido por el Parlamento Europeo y el Consejo de Ministros.
Un tema fundamental como la aprobación del reforzamiento del Fondo de Estabilidad necesita la aprobación de todos los Parlamentos de los países miembros del Eurogrupo. La carrera de obstáculos pendientes es, en primer lugar, superar la votación decisiva el 29 de septiembre de los diputados democristianos y liberales para el futuro del Gobierno de la Canciller, por fin convertida a la defensa del Euro ( los votos favorables socialdemócratas y verdes están asegurados ) . Después que los Parlamentos de Finlandia y Eslovaquia sean capaces de superar inaceptables condiciones populistas antes de mediados de octubre y que el Consejo Europeo avance en medidas que refuercen la estabilidad, el control de la deuda y, sobre todo, que empiecen a mostrar como cebar la bomba de la recuperación y el crecimiento.

Estos temas no se resuelven solo a nivel europeo. Las grandes decisiones como la solidaridad manifestada en el Fondo de Estabilidad y su consolidación como fondo permanente de rescate necesitan la ratificación de los Parlamentos nacionales . También el freno a la deuda o la armonización fiscal. Y esas no son decisiones que puedan ni deban ser tomadas sin más por funcionarios, expertos o mercados de la noche a la mañana. La clave de la democracia es que no se pueden imponer gravámenes sin que los representantes elegidos del pueblo lo aprueben. En la historia, la defensa de este principio, consagrado en la Atenas de Pericles, ha estado en el origen de grandes revoluciones. En la Europa actual tal regla de oro se debe aplicar también.

FUENTE: http://www.elimparcial.es/economia/una-solucion-griega-91821.html

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